El Cid cabalga de nuevo y pasará por nuestro Alto Palancia
Este año se cumple el 800 aniversario del ‘Cantar del Mío Cid’, que narra el camino que emprendió el Campeador desde su destierro de Burgos hasta la Reconquista por tierras valencianas.
Con Babieca y Tizona recorrió gran parte de España. Su caballo y su espada, si hubieran hablado, narrarían con exactitud y gran detalle las hazañas y rutas que recorrió Rodrigo Díaz de Vivar, más conocido como el Cid. Pero a falta de estas palabras, el archiconocido Cantar del Mío Cid también es un buen ejemplo para conformar una ruta con muchos años de historia.
Y es que en 2007 se cumplen 800 años del manuscrito del cantar, fechado en 1207. Y claro, los más aventureros no pueden perder una ocasión de oro para calzarse las zapatillas, colocarse la mochila y salir a recorrer Burgos, Soria, Teruel, Castellón, Valencia... emulando al Campeador. Un héroe, un guerrero, un hombre que incluso muerto asustaba a sus rivales.
El Camino del Cid está dividido en ocho rutas que forman un eje vertebrador que une el interior de Castilla con el Mediterráneo. En total son 2.000 kilómetros en los que el Campeador visitó 300 pueblos –en unos fue bien recibido y en otros tuvo que librar cruentas batallas– distribuidos en ocho provincias y cuatro comunidades autónomas.
Todo empieza en Vivar del Cid, lugar de nacimiento de Rodrigo, donde un monumento de bronce en honor al Campeador –junto a una placa con versos del cantar– nos recibe. Siguiendo los versos llegamos a Burgos. Allí, su catedral guarda los restos del Cid y de su esposa Jimena.
Con la mochila a cuestas y caminando un poco hacia el sur llegamos a Santo Domingo de Silos donde la abadía benedictina y el desfiladero de la Yecla merecen unos minutos de nuestra atención. Ya en Soria, encontramos Medinaceli, una villa medieval donde destaca un arco romano, único en España de triple arcada, el palacio Ducal y los mosaicos en el subsuelo de la plaza.
Recorriendo unos kilómetros más, en la provincia de Guadalajara, se contempla el esplendor del palacio del Infantado, que es una joya de la arquitectura española del siglo XV. Siguiendo el cantar, llegamos a Calatayud, ciudad repleta de castillos, santuarios y restos arqueológicos, donde está la colegiata de Santa María la Mayor, que cuenta con una portada plateresca labrada en alabastro.
Cambiando de provincia, esta vez en Teruel, el visitante llega a la Reserva Nacional de los Montes Universales, que le abre el camino hasta Albarracín, población donde el Cid sufrió una de las heridas de guerra más graves al enfrentarse al ejercito de Ibn Razín, señor de Santa María de Albarracín.
Por tierras valencianas
Con Babieca y Tizona recorrió gran parte de España. Su caballo y su espada, si hubieran hablado, narrarían con exactitud y gran detalle las hazañas y rutas que recorrió Rodrigo Díaz de Vivar, más conocido como el Cid. Pero a falta de estas palabras, el archiconocido Cantar del Mío Cid también es un buen ejemplo para conformar una ruta con muchos años de historia.
Y es que en 2007 se cumplen 800 años del manuscrito del cantar, fechado en 1207. Y claro, los más aventureros no pueden perder una ocasión de oro para calzarse las zapatillas, colocarse la mochila y salir a recorrer Burgos, Soria, Teruel, Castellón, Valencia... emulando al Campeador. Un héroe, un guerrero, un hombre que incluso muerto asustaba a sus rivales.
El Camino del Cid está dividido en ocho rutas que forman un eje vertebrador que une el interior de Castilla con el Mediterráneo. En total son 2.000 kilómetros en los que el Campeador visitó 300 pueblos –en unos fue bien recibido y en otros tuvo que librar cruentas batallas– distribuidos en ocho provincias y cuatro comunidades autónomas.
Todo empieza en Vivar del Cid, lugar de nacimiento de Rodrigo, donde un monumento de bronce en honor al Campeador –junto a una placa con versos del cantar– nos recibe. Siguiendo los versos llegamos a Burgos. Allí, su catedral guarda los restos del Cid y de su esposa Jimena.
Con la mochila a cuestas y caminando un poco hacia el sur llegamos a Santo Domingo de Silos donde la abadía benedictina y el desfiladero de la Yecla merecen unos minutos de nuestra atención. Ya en Soria, encontramos Medinaceli, una villa medieval donde destaca un arco romano, único en España de triple arcada, el palacio Ducal y los mosaicos en el subsuelo de la plaza.
Recorriendo unos kilómetros más, en la provincia de Guadalajara, se contempla el esplendor del palacio del Infantado, que es una joya de la arquitectura española del siglo XV. Siguiendo el cantar, llegamos a Calatayud, ciudad repleta de castillos, santuarios y restos arqueológicos, donde está la colegiata de Santa María la Mayor, que cuenta con una portada plateresca labrada en alabastro.
Cambiando de provincia, esta vez en Teruel, el visitante llega a la Reserva Nacional de los Montes Universales, que le abre el camino hasta Albarracín, población donde el Cid sufrió una de las heridas de guerra más graves al enfrentarse al ejercito de Ibn Razín, señor de Santa María de Albarracín.
Por tierras valencianas
Ya en la Comunitat, en la localidad de Montanejos, los turistas pueden llenar sus cantimploras en una de las 54 fuentes del término municipal donde destacan la fuente de Zorrica y la fuente de los Baños, cuyas aguas son mineromedicinales. Viajando ahora a la comarca del Alto Palancia, el visitante puede disfrutar del Parque Natural de la Sierra de Espadán, donde echarse en el suelo y respirar naturaleza es una de las actividades favoritas de los excursionistas.
El camino sigue por Adzaneta, una villa donde se observa la huella templaria. La ruta lleva ahora al viajero a Onda, una población conquistada por las huestes del Cid durante la campaña de asedio a Valencia. Su casco antiguo está declarado como Conjunto Histórico-Artístico.
Continuando por Castellón, el Cid también pasó con sus tropas por Morella, punto de encuentro entre las principales rutas medievales entre Aragón y Valencia por el Maestrazgo. En ella, junto a las murallas del siglo XIII formadas por 14 torres, se puede visitar el castillo donde estuvo el Cid.
La travesía continúa hasta la provincia de Valencia, tierra en las que el Cid dejó una gran huella. Segorbe, con su torre árabe y sus 60 fuentes y manantiales repartido en los recovecos de la sierra Calderona; Sagunto, la gran fortaleza conquistada por el Cid en el 1908 y 1.300 años antes por el general cartaginés Aníbal –en la que destaca una gran muralla y su teatro romano– o el Puig con el monasterio de Santa María... son lugares de obligada visita antes de llegar a la ciudad de Valencia.
Ciudad estandarte
La capital del Turia es un emblema dentro de la ruta cidiana como se relata en el cantar. Numerosos de sus versos cuentan la entrada del Cid en Valencia y de los nueve meses que duró el sitio a las murallas, aunque realmente fueron dos años los que tardó el Campeador en entrar victorioso. Aquí, el visitante puede ver el famoso Miguelete, las Torres de Quart y Serranos, la Lonja o la estatua ecuestre del Cid levantando la enseña de la ciudad que tanto le costó conquistar.
Más hacia el sur, el viajero llega a Xàtiva, otra de las ciudades en las que el Cid entabló grandes batallas para conquistarla. El recorrido monumental en la capital de la Costera cuenta con numerosos atractivos, entre ellos, el castillo roquero, reconstruido por los árabes sobre una fortaleza anterior íbera o romana.
Ya en el final de la ruta, el Cid también dejó su huella en Ontinyent, Bocairent y en Orihuela, ciudad codiciada en la Edad Media por su enclave geográfico y huerta. En esta última se puede visitar la catedral del Salvador o el convento de las Clarisas.
En estas líneas hemos recorrido sólo una pequeña parte de lo que es el camino cidiano. Numerosos libros como El camino del Cid, de la editorial Aguilar, recogen en sus páginas extensa información de las rutas, lugares de obligada visita, restaurantes y otros puntos de interés para que el viaje junto a Tizona y Babieca sea una experiencia inolvidable para los que quieran imitar al Campeador.
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