La Constitución cumple 29 años.
Ha aparecido, en toda su crudeza y ya sin retorno posible a posiciones ingenuas, el problema de España: el de su existencia...
Hoy se cumplen 29 años de vigencia del texto constitucional; en vísperas de elecciones legislativas y tras tres años y pico aguantando a un gobierno socialdemócrata que, aliado con partidos separatistas, ha contribuido notablemente a que la música de esta ley fundamental suene a marcha fúnebre por España.
Una Constitución que empezó a morir cuando admitió en su seno, otorgándoles el plácet, a los partidos que tienen como fin político la disolución de la materia sobre la que la forma constitucional se construye: la propia Nación Española.
Los partidos secesionistas han minado desde dentro, no ya a la Constitución -que han jurado defender y de la que han aprovechado todas sus debilidades para caminar con paso firme, y con la colaboración de los partidos nacionales, “forzados” a pactos post-electorales con ellos, a la destrucción de la Nación- sino a la materia misma; esto es: a España.
Porque, en contra de lo que algunos piensan, no es la Constitución la que garantiza la existencia de la Nación Española, sino la unidad de la Nación la que hace posible a ésta. Los padres de la Constitución, impelidos por la necesidad de dar por zanjado el enfrentamiento entre españoles que, supuestamente, aún existía tras décadas de “paz franquista”, abrieron las puertas de la “legitimidad democrática” a los cómplices ideológicos del terrorismo, a los asesinos de España. En nombre de la “reconciliación ética” propiciaron la disolución política.
Porque los partidarios de la secesión han aprovechado cada omisión, cada indeterminación del texto legal, para avanzar por la senda que les marca su delirante ideología. La Constitución ha sido el contexto en el que han podido diseñar su “hoja de ruta”.
Ha llegado la hora de afrontar la cruda realidad a la que ha abocado el protagonismo de los partidos secesionistas: hay que reformar la Constitución del 78 con el propósito de neutralizarles para siempre. El entendimiento de los partidos nacionales, imposible mientras Zapatero gobierne el PSOE, es imprescindible para esta reforma.
A los magos aficionados se les suele escapar el truco en mitad de la función; detrás del artificio de la “segunda Transición”, del “derecho democrático de los vascos, catalanes y gallegos a decidir”, de la “nación de naciones”, “nacionalidades históricas”, etc., ha aparecido, en toda su crudeza y ya sin retorno posible a posiciones ingenuas, el problema de España: el de su existencia, que nos obliga a tomar partido por quienes quieren defenderla. Y a situarnos enfrente de quienes por la vía de los hechos, de las reformas estatutarias, han llevado al límite de la negación de su materia -al suicidio democrático de España- la Constitución del 78.
FUNDACIÓN DENAES, PARA LA DEFENSA DE LA NACIÓN ESPAÑOLA
Hoy se cumplen 29 años de vigencia del texto constitucional; en vísperas de elecciones legislativas y tras tres años y pico aguantando a un gobierno socialdemócrata que, aliado con partidos separatistas, ha contribuido notablemente a que la música de esta ley fundamental suene a marcha fúnebre por España.
Una Constitución que empezó a morir cuando admitió en su seno, otorgándoles el plácet, a los partidos que tienen como fin político la disolución de la materia sobre la que la forma constitucional se construye: la propia Nación Española.
Los partidos secesionistas han minado desde dentro, no ya a la Constitución -que han jurado defender y de la que han aprovechado todas sus debilidades para caminar con paso firme, y con la colaboración de los partidos nacionales, “forzados” a pactos post-electorales con ellos, a la destrucción de la Nación- sino a la materia misma; esto es: a España.
Porque, en contra de lo que algunos piensan, no es la Constitución la que garantiza la existencia de la Nación Española, sino la unidad de la Nación la que hace posible a ésta. Los padres de la Constitución, impelidos por la necesidad de dar por zanjado el enfrentamiento entre españoles que, supuestamente, aún existía tras décadas de “paz franquista”, abrieron las puertas de la “legitimidad democrática” a los cómplices ideológicos del terrorismo, a los asesinos de España. En nombre de la “reconciliación ética” propiciaron la disolución política.
Porque los partidarios de la secesión han aprovechado cada omisión, cada indeterminación del texto legal, para avanzar por la senda que les marca su delirante ideología. La Constitución ha sido el contexto en el que han podido diseñar su “hoja de ruta”.
Ha llegado la hora de afrontar la cruda realidad a la que ha abocado el protagonismo de los partidos secesionistas: hay que reformar la Constitución del 78 con el propósito de neutralizarles para siempre. El entendimiento de los partidos nacionales, imposible mientras Zapatero gobierne el PSOE, es imprescindible para esta reforma.
A los magos aficionados se les suele escapar el truco en mitad de la función; detrás del artificio de la “segunda Transición”, del “derecho democrático de los vascos, catalanes y gallegos a decidir”, de la “nación de naciones”, “nacionalidades históricas”, etc., ha aparecido, en toda su crudeza y ya sin retorno posible a posiciones ingenuas, el problema de España: el de su existencia, que nos obliga a tomar partido por quienes quieren defenderla. Y a situarnos enfrente de quienes por la vía de los hechos, de las reformas estatutarias, han llevado al límite de la negación de su materia -al suicidio democrático de España- la Constitución del 78.
FUNDACIÓN DENAES, PARA LA DEFENSA DE LA NACIÓN ESPAÑOLA
Manuel Martín Martín Presidente de DENAES en Castellón
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