El agua del ebro va a... ¡cantabria! por "Francisco Martínez"
El verano está finalizando y el Gobierno de España no deja de sorprender con sus muestras de absoluta parcialidad y arbitrariedad a la hora de gobernar. Y lo digo, como muchos de ustedes ya adivinarán, porque hace escasos días que la titular del Ministerio de Medio Ambiente, doña Cristina Narbona, inauguraba oficialmente las obras de un proyecto que, bajo la camuflada denominación de Autovía del agua, servirá para transportar este recurso de una cuenca a otra de España. Vamos, lo que todos conocemos como un trasvase, por más que se pongan mil y una etiquetas, en un intento más de que las formas puedan esconder el verdadero fondo.
Sé lo que se estarán preguntando. ¿Pero el Gobierno de Zapatero no estaba en contra de los trasvases? Pues ya ven que una vez más la respuesta es "sí, pero no". Es decir, los trasvases son malos, según su argumento, solo cuando quien reclama el agua es la Comunitat Valenciana. La nueva infraestructura está pensada para llevar agua del Ebro hasta la vertiente cantábrica... La sorpresa es importante, teniendo en cuenta que la franja cantábrica es el cinturón lluvioso de España. Pero más llamativo es todavía cuando se conoce que los embalses de la zona están al 80% de su capacidad de almacenamiento.
La segunda sorpresa por parte del Gobierno socialista en Madrid llega a la hora de justificar el proyecto --una obra que se ha ejecutado a pesar de que su tramitación estaba más retrasada que el trasvase del Ebro y para la que ha solicitado incluso fondos europeos--. Según Narbona, esta obra era imprescindible, y cito sus palabras textuales, "por la afluencia de turistas en verano y la superpoblación por la emigración de ciudadanos vascos". Para ello, se han construido más de 55 kilómetros de tuberías con 109 millones de euros. De funcionar todo el año, podrían trasvasar hasta 78 hectómetros cúbicos, la misma cantidad que consume Zaragoza en un año o la cantidad que Castellón reclama con el trasvase del Ebro. Casi nada.
Curioso argumento. ¿Acaso Castellón y la Comunitat Valenciana no ofrecen la misma coyuntura? ¿No son las tres provincias valencianas uno de los principales focos de inmigración, lo que se traduce en las tasas más importantes de crecimiento de la población en los últimos años? ¿Acaso no está constatado por los especialistas que la provincia de Castellón tiene un déficit estructural en cuanto a recursos hídricos? ¿No es la Comunitat Valenciana uno de los destinos preferidos por los turistas, cuyas cifras dejan en niveles ínfimos a los registrados por la comunidad cántabra, hasta el punto de que las personas que visitan Castellón, Valencia y Alicante sixtuplican a los de Santander?
Por si fuera poco, el consejero de Medio Ambiente de Cantabria acusa de demagogia al Gobierno valenciano, apelando a la solidaridad de su comunidad, cuyos ríos aportan agua al río Ebro. ¿Y qué hace Castellón a través del río Bergantes? ¿Acaso Castellón no es solidario con el gran río?
Ya se pueden inventar argumentos que la realidad que ofrece el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero es que derogó el trasvase del Ebro única y exclusivamente por intereses políticos y no por cuestiones técnicas, económicas o medioambientales. ¿Cuánta agua reutiliza Cantabria? ¿Por qué no se ha optado en este caso por el sistema de desaladoras? ¿El agua del Ebro no era intocable porque perjudicaba el ecosistema del Delta? Muchas preguntas para tan pocas respuestas.
Y que conste que la Diputación de Castellón y la Generalitat Valenciana no se oponen a que Cantabria tenga los aportes de agua necesarios para su desarrollo, puesto que el agua es un recurso público, al que todos tienen derecho, aunque escaso, por lo que es normal que haya que administrarlo. Eso sí, con criterios objetivos y razonables. Y para todos por igual.
Porque mientras Cantabria está recibiendo ya agua, la gran perjudicada es la Comunitat Valenciana, que ve como el resto de comunidades van cubriendo sus aspiraciones sociales y económicas, ya sea en materia turística, de infraestructuras y de desarrollo económico. Han pasado cuatro años y, hoy, igual que el primer día, el Gobierno de Zapatero no ha sido capaz de separar los temas políticos de las cuestiones de interés general. Y por si fuera poco, no satisfecho con el perjuicio que sus decisiones están conllevando, ha dirigido todos sus esfuerzos a desacreditar y crear una mala imagen de la Comunitat en el resto de España y en la Unión Europea, sin reparar las consecuencias que ello tendría. Increíble, pero esta es la única política que conoce y practica el Gobierno socialista.
Sé lo que se estarán preguntando. ¿Pero el Gobierno de Zapatero no estaba en contra de los trasvases? Pues ya ven que una vez más la respuesta es "sí, pero no". Es decir, los trasvases son malos, según su argumento, solo cuando quien reclama el agua es la Comunitat Valenciana. La nueva infraestructura está pensada para llevar agua del Ebro hasta la vertiente cantábrica... La sorpresa es importante, teniendo en cuenta que la franja cantábrica es el cinturón lluvioso de España. Pero más llamativo es todavía cuando se conoce que los embalses de la zona están al 80% de su capacidad de almacenamiento.
La segunda sorpresa por parte del Gobierno socialista en Madrid llega a la hora de justificar el proyecto --una obra que se ha ejecutado a pesar de que su tramitación estaba más retrasada que el trasvase del Ebro y para la que ha solicitado incluso fondos europeos--. Según Narbona, esta obra era imprescindible, y cito sus palabras textuales, "por la afluencia de turistas en verano y la superpoblación por la emigración de ciudadanos vascos". Para ello, se han construido más de 55 kilómetros de tuberías con 109 millones de euros. De funcionar todo el año, podrían trasvasar hasta 78 hectómetros cúbicos, la misma cantidad que consume Zaragoza en un año o la cantidad que Castellón reclama con el trasvase del Ebro. Casi nada.
Curioso argumento. ¿Acaso Castellón y la Comunitat Valenciana no ofrecen la misma coyuntura? ¿No son las tres provincias valencianas uno de los principales focos de inmigración, lo que se traduce en las tasas más importantes de crecimiento de la población en los últimos años? ¿Acaso no está constatado por los especialistas que la provincia de Castellón tiene un déficit estructural en cuanto a recursos hídricos? ¿No es la Comunitat Valenciana uno de los destinos preferidos por los turistas, cuyas cifras dejan en niveles ínfimos a los registrados por la comunidad cántabra, hasta el punto de que las personas que visitan Castellón, Valencia y Alicante sixtuplican a los de Santander?
Por si fuera poco, el consejero de Medio Ambiente de Cantabria acusa de demagogia al Gobierno valenciano, apelando a la solidaridad de su comunidad, cuyos ríos aportan agua al río Ebro. ¿Y qué hace Castellón a través del río Bergantes? ¿Acaso Castellón no es solidario con el gran río?
Ya se pueden inventar argumentos que la realidad que ofrece el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero es que derogó el trasvase del Ebro única y exclusivamente por intereses políticos y no por cuestiones técnicas, económicas o medioambientales. ¿Cuánta agua reutiliza Cantabria? ¿Por qué no se ha optado en este caso por el sistema de desaladoras? ¿El agua del Ebro no era intocable porque perjudicaba el ecosistema del Delta? Muchas preguntas para tan pocas respuestas.
Y que conste que la Diputación de Castellón y la Generalitat Valenciana no se oponen a que Cantabria tenga los aportes de agua necesarios para su desarrollo, puesto que el agua es un recurso público, al que todos tienen derecho, aunque escaso, por lo que es normal que haya que administrarlo. Eso sí, con criterios objetivos y razonables. Y para todos por igual.
Porque mientras Cantabria está recibiendo ya agua, la gran perjudicada es la Comunitat Valenciana, que ve como el resto de comunidades van cubriendo sus aspiraciones sociales y económicas, ya sea en materia turística, de infraestructuras y de desarrollo económico. Han pasado cuatro años y, hoy, igual que el primer día, el Gobierno de Zapatero no ha sido capaz de separar los temas políticos de las cuestiones de interés general. Y por si fuera poco, no satisfecho con el perjuicio que sus decisiones están conllevando, ha dirigido todos sus esfuerzos a desacreditar y crear una mala imagen de la Comunitat en el resto de España y en la Unión Europea, sin reparar las consecuencias que ello tendría. Increíble, pero esta es la única política que conoce y practica el Gobierno socialista.
Vicepresidente primero de la Diputación
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