miércoles, febrero 24, 2010

UN GOYA PARA ZAPATERO, por miguel barrachina ros

Parte de nuestros actores y directores de cine quisieron premiar, la pasada semana, con motivo de su gala anual, con el Goya a Rodríguez Zapatero.

No dijeron si la distinción se la daban por los casi cinco millones de parados, las trescientas mil empresas cerradas o para celebrar que la única industria pujante en España es la armamentística, pero el presidente y su mujer lo recogieron jubilosos, y todos sonreían mucho.

Estaban felices, y no es para menos, mientras con el socialismo un millón doscientas mil familias españolas tienen a todos sus miembros en paro, las ayudas al cine este año superarán los 80 milloncillos de euros.

En Afganistán ya tenemos más militares españoles de los hubo en Irak, y ayer las tropas de la OTAN, lamentablemente, por un error acabaron con la vida de 27 civiles, el silencio de los artistas de la ceja hoy, contrasta con su hiperactividad pasada.

Algunos a José María Aznar le insultan, llamándole criminal de guerra, por nuestra participación tras la guerra de Irak en aquél país hace ya seis años, y sin embargo las actuales acciones, claramente “de guerra” junto a los mismos aliados en Afganistán se soslayan sectariamente.

Con todo, el Goya entregado a Zapatero, no ha sido ni por su excelente gestión económica, ni por el creciente peso internacional con la Presidencia Europea de turno, ha debido ser por la creciente fractura entre españoles que se ha generado con su presidencia.

La creación, en la práctica, de las bases de un Estado Catalán, bien merece este premio. El desacato a la Constitución es absoluto, y la ley del Estatut, que tanto limita las libertades de los catalanes, está siendo desarrollada en su parte recurrida para por la vía de los hechos facilitar la escisión nacional.

El somnoliento Tribunal Constitucional, que se supone que algo debiera saber sobre nuestra Carta Magna, se ha convertido en cómplice de la destrucción parcial de nuestro orden constitucional, por el que supuestamente ellos velan.

La nueva Ley de Veguerías, por la que se suprimen las cuatro provincias catalanas a favor de, al menos, siete veguerías, es solo el último paso en la configuración de ese nuevo Estado, que mientras el Alto Tribunal medita, los nacionalistas y socialistas elaboran a estajo.

Antes, ya habían desarrollado el Estatut para limitar la presencia del castellano en las aulas, dotarse de su propio Tribunal Constitucional o Consell de Garantíes Estatutaries, o imponer cuotas lingüísticas en el cine.

Ahora preparan su ley electoral, todo ello arteramente, a conciencia de que están vulnerando la Constitución, aprovechando que el tribunal que la debía defender, que nos debía defender a todos, sigue deshojando la margarita.

Sí, la inmovilización del Tribunal Constitucional mientras se fragua un nuevo Estado, merece un Goya, la economía tendrá arreglo, la fractura nacional no.

Una pena, la Cataluña plural, abierta, emprendedora, ejemplar, aparece hoy desdibujada bajo el gobierno nacionalista de Montilla. Alicia, sálvanos.
Miguel Barrachina Ros

Diputado Nacional por Castellón

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